martes, 4 de agosto de 2020

HISTORIA PROGRE DE ESPAÑA. Por Manolo Bustos catedrático de Historia de la UCA


Animado por las dudas de muchos lectores, he creído oportuno, en mi condición de historiador, hacer un breve resumen de la Historia de España desde una interpretación progre, que les permita, de forma clara y sencilla, conocer sus contenidos. Helo aquí.

El primer imperialismo fue el de Roma. Arrasó las culturas aborígenes de celtas, iberos, cartagineses, etc. Fue un atentado contra la diversidad. Luego impuso el Cristianismo, destruyendo la cultura pagana, sus dioses y templos en nombre del monoteísmo. Con el empuje de los pueblos bárbaros, el imperialismo de Roma se deshizo al fin, abriendo paso a diferentes grupos que se establecieron los territorios europeos.

A España llegaron los visigodos, que darán a España un sesgo confesional notablemente perjudicial para su futuro. Afortunadamente, los musulmanes penetran desde África, aprovechando su alianza con sectores descontentos con los últimos reyes godos. No se trató, pues, de una invasión, sino de un establecimiento pacífico, que permitió la creación en la Península de una civilización sin par, basada en la tolerancia y el progreso. Desgraciadamente, claudicó ocho siglos después, ya que unos burdos e intolerantes cristianos huidos a Asturias iniciaron desde allí lo que ellos dieron en llamar Reconquista. Así, la brillantísima civilización árabe, como ya sucediera con el mundo pagano, se hundiría, dejando el país lleno de iglesias, sostenido en el poder del clero y un opresivo sistema feudal. Se restablecería la intolerancia, y los últimos bastiones moriscos y judíos de la Península fueron erradicados.

La llegada al poder de la reina Isabel de manera irregular, ahondaría aún más la exclusión, creando el execrable tribunal de la Inquisición. Más todavía, los Reyes Católicos establecieron una unidad ficticia e impulsaron los planes de Colón, quien al llegar a América, iniciará una de las crisis ecológicas más profundas de la Historia. Él y sus sucesores masacraron a los indígenas, los explotaron y les transmitieron todo tipo de enfermedades que desconocían. Se llevaron sus riquezas, les impusieron su Dios y un régimen opresivo que duró algo más de tres siglos. Afortunadamente, a inicios del XIX, se abriría paso el proceso libertador, que acabó con el yugo imperial español y creó las repúblicas latinoamericanas, aunque otro viniera después.

Mientras tanto, en la España del siglo XVI, se había establecido un enorme Imperio, constituido por gran número de territorios dispersos. Tanto Felipe II como sus descendientes patrocinaron una política irreal, que malgastó el dinero procedente de las colonias, impuso la fe católica a machamartillo, persiguió a los disidentes y metió a los españoles en sangrientas guerras, mientras el resto de Europa entraba en la modernidad. Así, España, entretenida en defender lo imposible, perdió el tren de la misma, sumiéndose en un retraso del que ya no levantaría cabeza del todo.

El acceso de los Borbones al trono acabó con la autonomía catalana a principios del XVIII. Los intentos reformistas de la centuria se quedaron en poca cosa, a pesar de sus buenas intenciones, impedidos por la rígida estructura socio-económica de la que eran beneficiarias la nobleza y el clero. El XIX se convirtió en escenario del enfrentamiento entre las fuerzas reaccionarias y de progreso, apadrinadas estas últimas por demócratas, republicanos, federalistas y socialistas. Los intentos revolucionarios del período fracasaron, pero no impidieron la progresiva consolidación de los promotores del cambio: sindicalismo de clase, socialismo, anarquismo y, más tarde, el movimiento comunista.

La crisis de la monarquía liberal en las primeras décadas del siglo XX condujo, por un lado, a la de los partidos dinásticos, y por otro, a las dictaduras (Primo de Rivera y Berenguer). La Segunda República llegó limpiamente abriendo un período de ilusión y esperanza. El pueblo, gracias a las izquierdas, recuperó pacíficamente la iniciativa (la quema de iglesias y conventos fue perpetrada por la propia derecha), estableciendo un sistema de Gobierno, que permitió el protagonismo popular, la modernización del país, mejoras en la justicia social y educación, y un brillante despertar de la cultura.

Pero las fuerzas facciosas no dormían. Iniciaron un proceso contrarrevolucionario y violento en contra de los logros de la República, que culminaría con el golpe de Estado fascista del General Franco. Después de una larga Guerra Civil, las fuerzas reaccionarias vencieron, ayudadas por los totalitarismos de derecha, estableciendo durante cuarenta años un sistema de purgas y dictadura. Su artífice no merece siquiera el honor de un enterramiento digno. La llamada Transición y la propia Constitución del 78 nacieron lastradas por sus estrechos vínculos con la Dictadura, pues no tuvieron presentes los derechos de los pueblos del Estado Español, ni tampoco replantearon el sistema político. Hay, pues, que enlazar con la legalidad republicana. Imposible defender esta patria.

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