miércoles, 23 de noviembre de 2016

22 DE NOVIEMBRE. SANTA CECILIA. PATRONA DE LA MÚSICA Y LOS MÚSICOS

La fiesta del 22 de noviembre que aún hoy celebramos es la que marca la iglesia del s. IV dedicada a ella y sita en el Trastévere romano, la cual pudo ser levantada y donada a la iglesia por la propia santa.
Hacia mitad del s. V aparecen las “Actas del martirio de Santa Cecilia”, en las que se informa de que Cecilia, una virgen de una familia senatorial y cristiana desde su infancia, fue dada matrimonio por sus padres al noble pagano, Valeriano. Tras la celebración del matrimonio, Cecilia comunica a su nuevo marido que ella se halla desposada con un ángel, y como Valeriano pida ver al ángel, Cecilia le responde: “Si crees en el Dios vivo y verdadero y recibes el agua del bautismo lo verás”. Valeriano se convierte, es bautizado por el papa y entonces, un ángel se aparece a la pareja y corona a los dos con rosas y azucenas. La conversión alcanza también al hermano de Valeriano, Tiburcio. Como ambos hermanos se dedicaran a la distribución de limosnas y al enterramiento de los mártires cristianos, el prefecto Turcio Almaquio los condena a muerte, consiguiendo los hermanos la conversión del mismísimo verdugo, Máximo, que se une al martirio con ellos.
A continuación, es Cecilia la que es apresada y condenada a morir cocida en el baño de su propia casa. Cecilia sale ilesa del tormento y el prefecto entonces manda decapitarla. Tras caer tres veces la espada sobre el cuello de la santa sin conseguir separarle completamente la cabeza, la ejecución finaliza. Dicen las “Actas de Cecilia” que por huir el verdugo despavorido ante el prodigio, Jacobo de la Vorágine, -a quien nos referimos más adelante-, que por existir una ley romana que impedía dar más de tres tajos a los condenados a espada. Como quiera que sea, la maltrecha santa aún vivirá tres días, que dedica a sus caridades y a disponerlo todo para que su casa se convierta en lugar de culto para la Iglesia.
Una vez muerta, el Papa Urbano la entierra en la catacumba de Calixto, junto con los obispos de Roma, donde de hecho, el arqueólogo Giovanni Batista De Rossi (1822-1894) hallará su sepulcro vacío, y con ellos, unos frescos en los que la santa aparece junto al propio Papa Urbano. Para salvar los restos de la santa de los bárbaros que saquean Roma, en el s. VI son trasladados a la catacumba de Pretextato.

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