Las personas mayores que dominan las nuevas tecnologías gozan de un bienestar psicológico debido al sentimiento de capacidad funcional a la hora de desenvolverse en situaciones de vida cotidiana donde media la tecnología.
Según un estudio del Imserso y la Unión Democrática de Pensionistas, España está en la cola de Europa en cuanto a formación para jubilados, muy por debajo de países como Eslovenia o Austria, donde más del 80% y del 90% de los jubilados, respectivamente, reciben cursos de formación. En nuestro país, según el informe, el 89% de los jubilados no ha recibido cursos de formación ni está interesado en participar en ningún tipo de acción formativa para adultos. Estos datos resultan un poco chocantes puesto que cualquier actividad formativa en la tercera edad aporta múltiples beneficios: estimula el cerebro y ayuda a mantener la mente activa, fomenta las relaciones sociales, y, en el proyecto que se plantea, se hace a través de la adquisición de competencias tecnológicas y digitales, lo que contribuye a reducir la brecha digital intergeneracional y disminuir las desigualdades que ello provoca.
Además, se estima que para el año 2050 las personas mayores de 65 años doblarán a los menores de 15 por primera vez en la historia de la Unión Europea. Pero, ante este contexto, también se ha percibido que no existe aún ningún ecosistema digital que incluya al mismo tiempo envejecimiento activo e inclusión social. El confinamiento también ha evidenciado un distanciamiento de las personas mayores con la tecnología motivado por causas como el desconocimiento de la utilidad o la complejidad en su uso.
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