sábado, 3 de octubre de 2020

ALUMNOS Y NUEVAS TECNOLOGÍAS. Por Manuel Bustos, catedrático de la UCA


Los exámenes sirven al profesor para observar los cambios que se producen en los estudiantes con el paso del tiempo. Cada año, el docente es convocado varias veces a valorar el nivel de conocimientos alcanzado por el alumno. Este hecho le permite asimismo obtener otras informaciones.

Nos hallamos inmersos en un proceso de reconversión. Cada vez más, las nuevas tecnologías van ganando terreno a costa de los saberes y conocimientos más profundos y humanísticos. Se han desarrollado de tal manera que hoy, lo que cuenta, no es tanto el testimonio del saber aquilatado y la experiencia del profesor a través de una determinada materia, cuanto que este posea un buen manejo de los ordenadores, de los sistemas operativos y de las redes.

El tiempo de los maestros está pasando, sustituido por los expertos y los manitas tecnológicos, sin importar si son o no casi analfabetos, en cuyas manos estamos. De esta forma, los saberes reducen drásticamente sus contenidos y las aulas se han convertido en un espacio para que el docente muestre sus habilidades, realizando sofisticados power point, o procure una buena interacción telemática con sus alumnos. Previamente, o al mismo tiempo, ha debido acostumbrarse a manejar las plataformas electrónicas, los campus virtuales y a rellenar todo tipo de solicitudes, encuestas, quejas, peticiones por vía electrónica.

Hace no mucho me confesaba un profesor su deseo de adelantar su jubilación, no obstante sus grandes conocimientos e importantes investigaciones, ante una realidad que había comenzado a desbordarle, y para la que no sentía preparado y mucho menos entusiasmado.

Quienes se recrean y gozan manejando este tipo de sistemas e instrumentos, no sólo se hallan en pleno apogeo, sino que intentan empujar al uso de sistemas informáticos y electrónicos cada día más complejos, de lenguaje críptico, apelando, como siempre, a la hipotética ganancia de tiempo y personal que permitiría, y al futuro que se aproxima.

La llegada de la pandemia ha acelerado todavía más este proceso, afectando también a nuestros alumnos. Sus capacidades intelectuales están cada día más limitadas. A pesar de las últimas reformas pedagógicas primando el aprendizaje de habilidades sobre los conocimientos, los exámenes reflejan sus dificultades para la compresión de ideas y contenidos complejos, así como para la expresión oral o escrita de los mismos. Están acostumbrados a imágenes y textos breves que sobrevuelan la noticia o se sustancian en mero eslogan y, sobre todo, que no requieren gran esfuerzo.

Se les resiste la utilización del vocabulario y la forma de exponer las ideas. Manejan un reducido número de recursos lingüísticos y recurren con asiduidad a las simplificaciones de palabras, como si escribieran en la pantalla del móvil. De ahí también las dificultades para establecer los signos de puntuación (puntos, comas, punto y coma, etc.) y las tildes.

Motivado por la modificación del lenguaje que pretende, con éxito, el feminismo radical y quienes siguen sus consignas, se produce en los ejercicios una confusión frecuente acerca del uso del género masculino y femenino en las palabras. Y otro tanto sucede, aunque por un motivo diferente, con el uso de las mayúsculas y minúsculas. No es infrecuente tampoco el recurso a vocablos que no existen en la lengua española o que significan algo diferente de lo que el alumno desea expresar con ellos. El profesor debe traducir su significado a partir del conjunto de la frase.

La pobreza expresiva obedece a su desencuentro con la literatura, sustituida por los mensajes a través del móvil y la lectura rápida de textos varios, no siempre de buena fuente. La certeza, plenamente asumida, de que todo se puede hallar en internet, exime al alumno del recurso a la lectura y la reflexión. La acción se reduce en cierta manera en una cuestión de corta y pega. A día de hoy es posible cursar una carrera con éxito sin haber leído un solo libro en toda ella. Paradójicamente, el camino que usa para la expresión de una idea sigue con frecuencia un derrotero tortuoso, cuando podría haber sido escrita de manera más directa y breve.

El descubrimiento de los poderes de las nuevas tecnologías y su ensalzamiento por medio de los interesados voceros de las mismas ocultan sin duda el envés de la moneda, que tantos destrozos está provocando en el proceso de aprendizaje, madurez y despertar del sentido crítico en nuestros alumnos. La necesidad de delimitar su uso es imperiosa si no queremos tener generaciones diestras en el teclado pero empobrecidas en el pensamiento.

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