Ayer, viernes por la tarde vivimos un momento histórico. Fuimos testigos de una escena única, que quedará guardada en nuestra retina durante mucho tiempo. Un Papa solo en la Plaza de San Pedro, andando mientras se moja con la lluvia. Todo lo demás vacío. Donde antes se escuchaban gritos de las masas de feligreses, ahora es todo silencio.
Francisco subió las escaleras del ‘sagrato’ de la Basílica de San Pedro, cuya entrada se encontraba flanqueada por la imagen de la Salus Populi Romani, una advocación mariana muy venerada por los habitantes de la Ciudad Eterna y por el crucifijo de San Marcelo, talla que cuenta con mucha devoción entre los romanos al salvarles de la peste en 1522.
Las imágenes, con tintes apocalípticos, han sido de gran belleza dentro del dramatismo del momento. Una de ellas, ha sido ver al Santo Padre realizando la bendición con el Santísimo Sacramento en la puerta de la Basílica de San Pedro. Cristo y su Vicario asomándose a un mundo en penumbra, vacío y tormentoso.
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