También durante la ancianidad necesitamos disfrutar.
Es conmovedor el afán ancestral de los humanos por disfrutar de las cosas bellas y de las actividades aparentemente inútiles. El arte es, a mi juicio, una inutilidad necesaria que nos proporciona ocasiones para recrearnos con las sensaciones, emociones, imaginaciones e ideas y nos ayuda a descansar, a soñar y, a veces, a extraer los mejores jugos de los pequeños episodios de la vida.
El arte embellece la existencia humana y utilizar adornos no es, a mi juicio, una frivolidad. Todos y a cualquier edad sentimos la necesidad de disfrutar con sonidos y melodías agradables, con ritmos y con colores placenteros, con palabras bellas, repeticiones e innovaciones que adornan nuestras vidas, aplacan la tristeza, nos excitan y nos regocijan.
Y es que, además, el arte influye en la formación y en la transformación de la conciencia y a veces determina nuestra comprensión de los episodios cotidianos. ¿Cómo? Refinando nuestras percepciones y aumentando nuestra capacidad de experimentar el mundo en el que habitamos, imaginando lo que realmente no podemos ver, saborear, tocar, oír u oler.
La imaginación es una forma de pensamiento que engendra imágenes de lo posible y que también desempeña una función cognitiva de importancia fundamental. Para vivir la vida humanamente, incluso durante la ancianidad, necesitamos ejercitar todas nuestras capacidades sensitivas, imaginativas, emocionales y racionales. Texto emitido en el programa de Radio Cádiz, Hoy por Hoy Cádiz, dirigido por Carlos Alarcón, a las 13, 10, tras el boletín de las 13.
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