En 1989, la mexicana
Laura Esquivel publicó uno de los mayores fenómenos literarios de las últimas décadas. Una saga sobre el amor imposible entre Tita, hija menor de una familia, y Pedro, con el que no puede casarse porque la tradición la obliga a cuidar de su madre. Cada capítulo se titula como un plato típico: la protagonista es cocinera y vuelca en sus recetas las emociones que siempre calla (por eso provocan efectos asombrosos en quienes las prueban). Traducido a más de 30 idiomas, este clásico del realismo mágico cobró forma de película tres años más tarde. La dirigió
Alfonso Arau –entonces marido de la escritora, que firmó el guión–, y aspiró al Goya y el Globo de Oro. Ahora,
‘Como agua para chocolate’ renace como ballet en Londres.
El Royal Ballet reúne a algunos de sus mayores talentos. De la coreografía se encarga el británico
Christopher Wheeldon (1973), «la gran esperanza creativa del ballet moderno a nivel mundial», según el especialista Roger Salas. Se trata de su tercer trabajo de larga duración –de tres actos– que ve la luz en
Covent Garden, después del enorme éxito de ‘Alicia en el País de las Maravillas’ (2011), a partir de Lewis Carroll, y de ‘Cuento de invierno’ (2014), sobre Shakespeare.
Hijo predilecto de la casa (en la que estudió hasta los 18 años) y protegido de
Kenneth MacMillan, aquí logra condensar un argumento complicado en un ballet narrativo. Wheeldon sabe lo que hace: ya su primera creación –después de retirarse como solista en Nueva York– fue ‘Sueño de una noche de verano’ (Ballet de Colorado, 2000). También supo sintetizar ‘Hamlet en Elsinore’ (Bolshoi, 2007), y para Broadway ha concebido musicales como ‘Un americano en París’ o ‘MJ The Musical’ (2022); ambos aspiraron al premio Tony.
Marcelino Sambé y Francesca Hayward. | TRISTRAM KENTON ‘Como agua para chocolate’ se retransmite este jueves a las 20:15h en
Cines Van Gogh. La crítica ha aplaudido su energía y ritmo, sus solos virtuosos y sus números grupales, como la boda o la última fiesta. Sobresalen dos momentos: el ‘flashback’ que ilustra el romance frustrado de Mamá Elena y el último y desbordante ‘pas de deux’. Sobre un fondo abstracto, los protagonistas se dejan fluir en espirales y giros. Danza pura, «de una belleza líquida», apunta The New York Times. El estilo de Wheeldon hereda la estructura clásica de Ashton, su vocabulario plástico y bello, pero también la libertad física y el deseo transgresor de Balanchine o Jerome Robbins. Una danza ecléctica en la que caben pasos del folclore, del tango, del zapateo, del teatro musical…
La partitura, completamente original, la firma su compatriota
Joby Talbot (1971), con quien colabora desde ‘Fool’s Paradise’ (2007). El compositor, sin hacer mucho ruido, ya ha triunfado con sus conciertos para orquesta, sus bandas sonoras (‘Guía del autoestopista galáctico’ y ‘Canta!’, el musical de animación), sus incursiones en el pop (arreglista del grupo Travis) y el rock (The White Stripes). Entre sus ballets, aparte de ‘Alicia y Cuento de invierno’, destacan ‘Tide Harmonic’, para la compañía Pacific Northwest, y ‘Everest’ (ópera de Dallas, 2015).
Aquí captura el tono y el espíritu de México con instrumentos tradicionales como la guitarra y la ocarina, asesorado por la directora Alondra de la Parra, quien a su vez lleva la batuta en la función. Sus grandes melodías pueden recordar a compositores de la era dorada, como Chaikovski o Prokofiev, y la sofisticada orquesta (en particular la percusión y los metales) describe los ambientes con una enorme riqueza de texturas. Para el último ‘pas de deux’, incluye un fragmento vocal: una nueva canción basada en el poema ‘Piedra de sol’, de Octavio Paz.
De los decorados, de colores vivos, se encarga el prestigioso
Bob Crowley (1951). Se ha inspirado en las casas de Luis Barragán, el primer arquitecto latino que consiguió el premio Pritzker. Para el vestuario, se ha ceñido a la moda de 1910, la época de la Revolución mexicana, en la que Esquivel ambientaba la trama. El escenógrafo estadounidense, premiado por su ‘Mary Poppins’ (2007), se apoya en el uso de la luz y las proyecciones.
Por último, el elenco reúne a varias de las estrellas del Royal Ballet: la inglesa
Francesca Hayward (1992), premiada solista que dio el salto a Hollywood con ‘Cats’; el portugués
Marcelino Sambé (1994), segundo bailarín negro (tras Carlos Acosta) que asciende al plantel principal de la compañía (¡en un siglo de historia!) y la madrileña
Laura Morera (1977).
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