Las noticias más antiguas del Carnaval gaditano son de 1591, ¿no es así? Que sepamos. Se trata de un comentario sobre las carnetolendas en la Historia de Agustín de Horozco y hace referencia a tirarse flores de retama para divertirse. El rastreo histórico comienza ahí, aunque existe una inercia «clásica» en la historiografía carnavalera que quiere justificar y enlazar el carnaval con las fiestas que celebraban los griegos y romanos, ya sabes, las bacanales y saturnales.
Nada más lejos de la realidad. Cádiz es una ciudad nada griega, pero sí romana. Y sobre todo fenicia. La tesis de la Historia General es que el carnaval de Cádiz nace en la Modernidad (entendida desde 1492) y es italiano, en muchas de sus formas musicales, pero también negro (Cádiz contaba con un 15 % de población esclava en los siglos XVII y XVIII) con sus Villancicos Morenos, que se enriqueció con el llamado «comercio colonial» y «mangó», por ejemplo, el tango americano y lo convirtió en gaditano o de carnaval. Y luego dio el tango flamenco.
A partir de 1884 las cosas cambiaron completamente.
Claro. A partir de 1884, junto a todas las restricciones habituales a las agrupaciones en la calle, se propugna la licencia municipal para salir a cantar (con nombres, apellidos y domicilio de todo el que sale) y la entrega de copia de las letras para su revisión. Un desastre para la libertad de expresión del pueblo, que era el que salía a postular (ganar) algunas pesetas. Esto supone un control sobre las letras, una suerte de censura. De este año nos quedan las letras de ‘Las Viejas Ricas’ gracias, curiosamente, al control.
¿Es el Tío de la Tiza uno de los personajes esenciales en la evolución del Carnaval?
No es solo esencial. Antonio Rodríguez Martínez es el creador de muchos de los elementos carnavalescos que se mantienen hoy día: la coincidencia entre nombre y tipo, cantar desde una batea, la instrumentación. No solo fue un genio musical popular (y anónimo hasta que pudo y lo dejaron) que incrustó sus tangos en la memoria del pueblo, sino que fue un innovador en cuestiones musicales. Su éxito fue paradójico. Ya que todo el país (y así lo refleja en ‘El árbol de la ciencia’ Pío Baroja) cantaba sus letras y músicas (o se copiaban y robaban en zarzuelas de éxito) pero nadie sabía quién era. El Tío de la Tiza es un genio sin parangón de la música popular, un innovador, un bastinazo. Mucho más allá de ser el creador de ‘Los duros antiguos’.
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