Y nuevamente me conmoví con su historia como si fuera la primera vez. Volví a sentir un escalofrío correr por la espalda y notar un picor en los ojos, a levantar la vista de mi taza de café y mirar más allá de dónde alcanza la pared de la cocina.
Un relato que traspasa las entendederas de cualquier mortal.
Un lienzo policromado de ternura, de bondad, de esperanza, quizá la tristeza intentando anegar parcelas de un terreno ajeno, estéril empresa cuando hablar de Dios se trata.
Otra mañana más, reflexiono sobre la fragilidad humana, a la vez que renuevo el propósito de ser mejor persona, de esperar esa redención para la cual aún no soy merecedor.
Sabedor de mis debilidades, de mis fantasmas mentales, de cuanto me aflige y destruye.
Tras la negra nube de mi razón, aparece el Niño Jesús cada Navidad y me hace volver a mis días de la infancia.
A pedirle a mi madre unas monedas para comprar una figurita del Belén. A montar con la ilusión de un niño ese "nacimiento" donde mi gallo de plástico humilde y descolorido era mi más preciado tesoro.
Gracias, Antonio García Barbeito. Otro 25 de diciembre más para oír tu cuento y meterme de lleno en estos días tan bonitos del año.
Un fuerte abrazo, querido amigo.
Fco. Rodríguez Sánchez
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