El termómetro surfea los cero grados, antojándose en Madrid una noche casi polar… como si el tiempo nos regalara una "experiencia inmersiva" de la película que vamos a ver.
Y, es que, después de una larga espera, por fin llegó a los cines españoles La sociedad de la nieve, la única superproducción que ha contado con la "aprobación" de sus auténticos protagonistas, los supervivientes del accidente de avión en la cordillera de los Andes en 1972 -¡Viven! rozó, para muchos de ellos, el calificativo de simple "americanada"-.
Con un presupuesto de 60 millones de euros -la más cara de la historia de España-, esta coproducción hispano-estadounidense de Netflix, dirigida por el español J. A. Bayona -el de Lo imposible- y para mayores de 16 años (tiene escenas desagradables), será nuestra representante en los próximos Premios Oscar. Una obra rodada en Sierra Nevada, Granada (España), que ha tenido el acierto de hacer actuar a un grupo de jóvenes actores que se ha ganado el elogio de la crítica y el público.
Pero, ¿merece la pena ver La sociedad de la nieve? ¿transmite valores útiles para ésta, nuestra sociedad, la "de la tierra"? Cuando se acaban de cumplir 50 años de la "tragedia" -para algunos- o del "milagro" -para otros-, ¿qué papel jugó Dios allá arriba? ¿cómo logra plasmar la película todos estos aspectos? ¿cómo nos interpela hoy esta historia? En mi opinión, La sociedad de la nieve es una película "cristiana", y verán por qué. ¡Comencemos!
Si algo es esta película -y su historia real- es un bellísimo, y salvaje, canto a la fraternidad. Una hermandad que, a diferencia de lo que se estila hoy, no es emotivista, gesticulante, onomatopéyica, utilitarista y autoreferencial. Es una hermandad profunda, serena, vivencial, que, en un primer momento, "paradójicamente", no nace de los lazos de la carne -muchos ni se conocían-, sino que es en la prueba, en el sufrimiento, en la cruz, en donde se va a forjar ese vínculo tan fuerte, que, incluso, con la necrofagia como máximo exponente, llega a alcanzar un tipo de unión especialmente brutal.
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