Cuando pensábamos que todo iba a mejor, desescalando y pasando fases con la ilusión de llegar pronto a un estado de normalidad, sin alarma ni control externo impuesto por los dictámenes del Gobierno, de repente nos vemos envueltos en los prolegómenos de una nueva embestida del bicho que sigue agazapado haciendo de las suyas, porque no toma vacaciones y nos quiere atacar en lo más profundo de nuestras costumbres, con la celeridad que le caracteriza y sin miramientos, sin bajar la guardia.
Este virus nos ha llevado sin tregua a la incertidumbre, seguimos viviendo la película más real de ciencia ficción que se pudiera rodar, a marchas forzadas y en el suspense jamás imaginado. Nadie estaba preparado para vivir este tiempo incierto, frágil, hipotético y cargado de contingencia, un nuevo término que hemos acuñado, unido a nuestra identidad, porque todo es posible, nada se sabe cierto y puede ser que todo suceda.
Esta situación social y colectiva que no distingue continentes, países, regiones, ni autonomías, tampoco colores políticos, se ha incrustado en la piel de cada uno, convirtiéndose en un motivo vital que nos hace replantearnos nuestra vida y la de los demás, la de los nuestros, los cercanos y aquellos que no lo son pero con los que tenemos que mantener esos cuidados que nos dicen, para evitar que caigamos en las garras del bicho.
No sabemos lo que va a pasar a la vuelta de la esquina, por lo que se ha creado una sensación rara e imaginable. Lo inesperado ha roto todos nuestros planes, nos ha desmontado la planificación del futuro inmediato, al que estábamos demasiado acostumbrados, y nos está haciendo que miremos más que nunca al ahora, a ese presente que en muchísimas ocasiones lo dejábamos olvidado, a la suerte de lo que fuera, quitándole importancia porque íbamos por delante de los días.
Sabemos que hay mucho desconcierto, pocas certezas, también muchas improvisaciones que nos hacen ir a salto de mata y todo forma una mezcla explosiva que, si no ponemos remedio, puede pasarnos factura. La situación actual nos afecta a todos, no es exclusiva de nadie, el peligro acecha por cualquier lugar y la respuesta es actuar con responsabilidad.
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